
Ubicarlo simplemente como poeta de lo urbano es limitar su campo de acción, pues Rogelio Echavarría hace con su poesía un homenaje al amor en dos sentidos: el amor pasional y fraternal, ambos marcados por la imposibilidad de realización. Un trágico acontecimiento en su vida, el prematuro abandono de su madre, fue el detonante para que el escritor se iniciara en el camino de la poesía. Su vida como poeta arranca desde la niñez; entre los diez y quince años escribe una serie de poemas titulados Canciones de un niño triste, en los que rememora el recuerdo, deteriorado por el tiempo, de la madre ausente y de las colegialas que le daban más que un amor ingenuo ,un interminable delírio, unido a los recuerdos propios de su infancia. El poema emblemático de este primer libro se titula Así sería mi madre; en él Rogelio, siendo un niño, construye la imagen de su madre con el borroso recuerdo que le queda de ella: Como la brisa que acaricia un lírio, /como un clavel fragante /Así sería mi madre: númen santo de mágico sociego /¡Así sería mi madre... si existiera! Pero llegan los tiempos de adolescencia y Rogelio se enamora y el recuerdo de su madre se desvanece, al menos en su poesía, y aunque no totalmente definido se empieza a enmarcar su estilo en Edades sin tiempo, libro en el que se derraman una vez más esa melancolía y ese enamoramiento impedido que no lo abandona. Su mundo interior y solitario: "había descubierto lo que de ahí en adelante iba a ser el eje de su existencia, la mayor razón de ser, tal vez, de su vida, es decir, había comenzado a aprender esa peculiar ingeniería con la que se trabajan las palabras para producir el misterioso efecto que llamamos la poesía. Pero no sólo el amor se escurre por los versos de sus poemas, sino también la muerte. Una niñez marcada por el abandono y la soledad, por una constante pérdida de los seres que amaba: su tío predilecto, su amada adolescente, un amigo del barrio desaparecieron tras la sombra de la muerte y crearon esa necesidad de referirse a ella: "La muerte ha sido una obsesión mía desde mucho antes de conocerla cara a cara, y su sola mención me arrancaba lágrimas". Rogelio Echavarría, poeta de emociones manifiestas, en una entrevista que le hace José Ángel Leyva habla de su infancia, de su relación con la Literatura y la poesía, momento en el que exalta su primera década de existencia como el componente principal de su poesía. En Edades sin tiempo, y esto no podemos pasarlo por alto, escribe un hermoso poema que dedica a una jovencita que padecía una enfermedad terminal y de la que el poeta se enamoró locamente, en vida lloró su muerte tal héroe romántico: Y yo aliento en el alma de tu olfato,/ que tantos jazmines me hizo imaginarme./El remoto silencio de tus manos, / imposible la única sortija . / (Morirás sin el beso que nunca quise imaginarme)./ Ahora comprendo por qué el aire me faltaba. Estos poemas revelan a ese Rogelio romántico, fatigado por la soledad y la ausencia. Imposible pasar por alto en esta reseña bibliográfica la ardua labor de Rogelio como periodista, profesión que ejerció desde muy joven. A los quince años se inicia como periodista en el radioperiódico Ecos de la montaña en Medellín, donde conoció a varios poetas y se enamoró de su afán por enaltecer el romanticismo desde otra perspectica: "Poetas románticos soñando siempre imposibles". Así es Rogelio Echavarría, un paseador de la poesía al periodismo, de asistente de proyección en su pueblo natal a periodista de los diarios más importantes de Madellín y Bogotá, El Tiempo y El Espectador. Poeta y periodista prematuro, pues a su vida todo llegó siendo muy joven. Formalmente Rogelio Echavarría es conocido como autor de un único libro El Transeúnte, obra que hasta el momento ha tenido siete publicaciones y que aparece inicialmente en la revista Mito (fundada en 1955, se convirtió en un importante movimiento poético en Colombia), de la que Rogelio fue colaborador. Rápidamente se influenció por las corrientes poéticas que proponían los poetas que la conformaban y se unió a esa búsqueda, o más bien, a esa iniciación del proyecto que los marcó: la unión de lo estético con lo ético. En El Transeúnte se oculta el Rogelio enamorado y aparece el conocido poeta urbano. Los poemas de este libro refieren la Colombia de la época, azotada por una ola de violencia que hasta nuestros tiempos no encuentra final. Una Colombia que se desgarraba por el dolor de una violencia partidista. Las descripciones de la cotidianidad en los barrios, en las calles, en las casas de Colombia se poetizan en esta obra. Y Rogelio nos regala ese hermoso poema que es El Transeúnte, su poema legendario: Todas las calles que conozco/ son un largo monológo mío/Son un largo gemido/ todas las calles que conozco. No obstante, esa poesía social no pierde su rasgo intimista, el poeta no abandona su tono apesadumbrado, aunque logra combinarlo con un humor cotidiano. José Ángel Leyva preguntó a Rogelio: "¿Qué le ha aportado la poesía a tu vida y esas calles que repasan los transeúntes hacia dónde nos conducen?". El poeta dio dos respuestas en una: "La poesía me ha abierto un camino, y esas calles conducen a ninguna parte. Mejor, tal vez, lo dice el final de mi poema Tránsito": ¿Qué soy sino, por fin, el que viaja con otros que no saben de donde vienen más que evacuados de una mujer, ni adonde van si no a ocupar el sitio que su sombra señala?
Algunos elementos de este texto han sido tomados de la entrevista El Transeúnte: paso a paso de José Ángel Leyva.
Algunos elementos de este texto han sido tomados de la entrevista El Transeúnte: paso a paso de José Ángel Leyva.